Feliz día de Muertos, lectores:
Y aunque este publicando en 4 de noviembre, créanme que les deseo que lo hayan pasado bien. Ya no me disculpo por mi falta de aportes en el blog porque ustedes no se merecen tanta palabrería y promesas que no se si puedo cumplir. Prefiero prometerles seguir escribiendo y publicando con regularidad mientras pueda, porque solo así les podre garantizar que les dare algo bueno y no simples palabras sin relación. Nuevamente gracias por esperar y por leer, tengo un privilegio muy grande: Entretener sus mentes por al menos unos minutos.
La historia de este mes es un cuento de los que me gustan hacer: Terror (Aunque muy pocas veces los consigo) Después de varios cuentos lindos y tiernos, mi perdida mente se la ha pasado gritando "!Hey! !Ya basta de cuentos gays, mata a alguien, escribe de sangre, crea suspenso¡" Y así hasta el infinito, a tal grado de interrumpir mis sueños con su perversa obsesión. Así que con poco de tiempo libre, escribí el ataúd de Lola después de un maratón de trabajos y proyectos. Este cuento se lo dedico a mi pequeño hermano menor, que es por mucho uno de mis mejores amigos y alguien en quien puedo confiar. Max, gracias por estar ahí cuando todos se van, y gracias por ser sincero :).
Y ya para acabar, les comento que el personaje de Lola no está basado en ninguna persona en particular, Lola es fruto un buen día de inspiración y tal vez relatos de Carlos Fuentes, asi que nadie se ofenda por sus acciones. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Y ya para acabar, les comento que el personaje de Lola no está basado en ninguna persona en particular, Lola es fruto un buen día de inspiración y tal vez relatos de Carlos Fuentes, asi que nadie se ofenda por sus acciones. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Espero que disfruten la lectura; se las regalo de todo corazón y sesos (jojojo). Disfruten la vida. Cambio y fuera.
El ataud de Lola
El ataúd estaba frente a Rodrigo.
Era un ataúd largo, negro y lustroso, como el ataúd de una estrella de
rock; pero en su interior no había una estrella de rock, sino el cadáver ya
tratado de la querida tía Lola. Rodrigo no se sentía muy triste por la pérdida
de su tía Lola, sino todo lo contrario: a lo largo de su vida, Lola Martínez lo único que había
perfeccionado hasta la locura era el infame arte de molestar a su querido
sobrino. Desde pequeño lo había tratado de manera distante y fría, como si odiara
al pequeño bebé que su hermana había concebido.
Muchas personas aseguran que la memoria consciente, esa que te permite
recodar tu niñez con cierta claridad, empieza a funcionar hasta los 2 años, pero ese no era el caso de
Rodrigo. El muchacho recordaba, no sin cierta dificultad, pedazos pasados de su
vida más tierna, como aquella vez que, estando aun en cuna, la tía Lola le
propinó 2 tremendos coscorrones porque el niño no había querido darle la mano.
O como cuando, a los 3 años de edad, la
cruel bruja le había dado fuertes nalgadas por ensuciar de lodo el patio que hacía poco había sido barrido y trapeado. Pero no
era solo el abuso físico lo que
recordaba Rodrigo, sino también el ataque emocional que lo orillo a ser una
persona asocial hasta la edad de 13 años, ósea 7 años atrás. Las palabras
negras y horribles que le denigraban estaban marcadas en su mente como tatuajes
a prueba de todo; los insultos estaban adheridos a su personalidad, un poco
tímida y retraída, que la mujer le
dirigía en cuanto tenía la oportunidad de estar a solas con él. Las miradas
asesinas que en muchas ocasiones se colaban en la oscuridad, lo acosaban hasta
que el cansancio lo vencía por las noches. Si, sin duda, Rodrigo no estaba
exactamente triste en ese momento, cuando su mirada ausente iba y venía a lo
largo del precioso ataúd.
-Hijo… Siéntate, tengo algo que decirte- Su madre le esperó en la cocina
de la casa, con el gesto trastornado y el rostro pálido y alargado. Sus ojos
enrojecidos le decían que algo andaba muy mal, que algo muy malo había pasado
en su ausencia de 7 horas en la universidad- Es acera de tu tía.
El chico la miro contrariado y la madre soltó un pequeño sollozo, solo
que lo que ella tomo por sorpresa y miedo fue en realidad una mueca que trataba
de disimular la expectación y alegría que en esos momentos comenzaban a manar
del pecho del muchacho. “Tal vez se ha ido a su propia casa; quien sabe, a lo
mejor encontró un viejo amargado como ella y ahora viven juntos en una vieja
casa, saliendo en las noches a atormentar a sus pequeños vecino” Pensó con malicia
mientras una risa malvada resonaba en su cabeza. Su madre ocultaba su rostro
entre las manos mientras pequeñas sacudidas recorrían su cuerpo, como un
escalofrió muy marcado.
-Hoy… al llegar a casa, tu padre y yo
hemos encontrado… -Otra ola de sollozos le impido hablar, esta vez por
un largo rato. ¿Qué se hace cuando tu madre llora desconsolada y perdida? “Té;
has un poco de té, idiota”. Presuroso, Rodrigo puso un té de manzanilla en un
pocillo con agua que luego calentó hasta
punto de ebullición en la estufa. Lo sirvió con 3 cucharadas de azúcar y lo
puso frente a su madre; después se quedó en detrás de ella, los brazos
colgado inertes a lado de su cuerpo,
dando un gesto estúpido por ciertos momentos. Tomo unos 20 minutos que su madre
dejara de llorar, y otros 20 que tomara un poco del té, que a esas alturas ya
estaba más frio que el ahora gélido cadáver de la Tía Lola- La encontramos en
el suelo de la sala… Creen que fue un ataque al corazón. Creen que no sufrió
mucho. Creen que fue el colesterol.
“No” dijo una voz en la cabeza de Rodrigo, “Fue su estúpido carácter
ponzoñoso y moribundo lo que le lleno el cuerpo de veneno y termino matándola
de una buena vez”.
-Murió sola…- “Como merecía”- … El gato estaba en el patio. ¡Oh,
Rodrigo, por qué pasan estas cosas!
El muchacho supo que hace esta vez; abrazo a su desconsolada progenitora
y la confortó hasta que llego su padre.
Los trámites estaban hechos, anunció con un tono lúgubre, y el funeral se
llevaría a cabo en la casa, justo en la misma sala donde Lola murió. La familia
ya había sido notificada y estaban, en su mayoría, en camino. Se suponía que
velarían el cuerpo de la difunta por un día entero antes de enterrarla en el
panteón del pueblo.
Y bueno, ahí estaban todos, unos llorando, otros rezando y la mayor
parte de los miembros familiares perdidos entre conversaciones y suposiciones
acerca de los últimos días y esfuerzos de Lola.
-Era una buena mujer.
-Siempre activa.
-La pobre no se casó porque su dedicación era su familia; por eso se
quedó con su hermana menor, para cuidar de ella, su esposo y sus hijos.
-No sabía siquiera que aun viviera.
-Hacia buenos pays.
“Patrañas… Ellos no la conocieron. El monstruo verde y ceniciento que
fue mi tía era mi verdugo personal;
nunca me dejo en paz, y me odiaba a muerte. Pues ya ven, señores y
señoras, que la muerte se la ha llevado con ella; Dios proteja a la catrina”.
Le fue muy difícil parecer un poco compungido por la perdida, pues más
bien estaba aliviado (Extasiado) de verse al fin libre de aquella horrible
mujer. Su casa, que siempre recordaba como la cueva de la miseria, al fin sería
un hogar y no un campo de guerra. Y no más Tía Lola sentada frente al a la hora
de comer exigiéndole ahora que comiera más despacio, ahora que comiera menos,
ahora que se comportara como una persona decente. Ya no más tía Lola,
circulando por los pasillos, vigilando cada uno de los movimientos de Rodrigo,
como si fuera un ladrón en la casa de un hombre muy rico. Ya no más Tía Lola,
rezando hipocresías desde las 7 de la noche hasta las 3 de la madrugada, o
golpeando las paredes porque el ruido del teclado no la dejaba dormir, o
cocinando estofados asquerosos que luego les obligaba a comer. Ya no más tía
Lola en casa. Ya no más.
[A drink for the horror that I'm in
For the good guys, and the bad guys
For the monsters that I've been
Three cheers for tyranny
Unapologetic apathy
Cause there ain't no way that I'm coming back
again]
“Y solo por ello, la vida es bella” Pensó
feliz Rodrigo llevándose la mano a la cara para cubrir sus ojos radiantes de
alivio con discreción.
Toc, Toc, Toc
El sonido de la madera golpeada
suavemente devolvió al muchacho a la realidad. Nadie más que él parecía haberlo
notado. “Te estas volviendo loco de alegría”. Levantando la cabeza, Rodrigo miro a su alrededor buscando por el suave
sonido que hacía solo unos instantes le había perturbado. Nadie lo observaba,
porque todos estaban ocupados compadeciendo(se) el turbio final de la Tía Lola.
Rodrigo pensó en la alternativa de que algún niño travieso estuviera jugando a
asustar a los invitados al funeral, con la típica broma de esconderse bajo la
mesa y golpear. El mismo chico había hecho esa misma broma en el funeral de su
abuela, un viejo adorable y sonriente, hasta asustar a su madre, quien estaba
muy dolida. Todo fue muy divertido hasta
que la Tía Lola reviso bajo la mesa y encontró al pequeño crio de 6 años
ahogando la risa entre sus manos; la fiera que era se mostró repentinamente en
aquella cara estirada y las garras de uñas rojas y picudas tomaron al niño de
manera agresiva, arrastrándolo hasta la
puerta trasera de la casa, mientras decía entre dientes una sarta de
maldiciones incomprensibles para todos. El castigo por su broma fue pesar el
resto del día de rodillas frente a la pared trasera de la casa, hasta que su
madre lo encontró medio muerto de frio y hambre a eso de la media noche.
“Yo no seré así” pensó tranquillo mientras su mirada atenta recorría la
habitación detenidamente, “Se acabó
el reinado de terror de la bruja
malvada, no más regaños idiotas.” Se
dijo mientras se acercaba a la única mesa de la habitación con la intención de sacar al niño que jugaba
la broma. “Mi vida finalmente será normal”. Llego discretamente a la fina mesa
redonda y con cuidado levanto el mantel blanco y fino, sonrió un instante y se
agacho para mirar al chico frente a frente.
Ahí no había nadie.
Toc toc toc
… Por aquí…
Esta vez, el sonido no fue suave como la primera vez, sino que sonó como
si todo un puño tratara de abrir alguna puerta de madera. Rodrigo miro a su alrededor asustado. Nadie se percataba
de ese sonido. Además, bajo el escándalo
de los golpes, el muchacho escuchó
claramente, aunque muy por lo bajo, una
voz muerta que le decía “por aquí”. “eso es imposible, seguro fue
producto de mi imaginación”. Pero una parte del, una muy grande, insistí en reproducir el imaginario espectro
de sonido que le llama a algún lugar.
Sonaba como si una voz tratara de
abrirse camino por entre una garganta cansada y llena de viscosidad, una garganta
putrefacta. Y no solo eso, sino que era una voz que le resultaba terriblemente
familiar.
Asustado, Rodrigo regreso a su lugar cerca del ataúd, pálido como cera,
y se sentó nerviosamente en la silla. Sus ojos parecían enloquecer, porque
recorría con ellos toda la habitación, escrutando esta vez cada detalle, casa
sombra, cada escondite en busca de la procedencia de la voz. “Que no existe” se
encargaba de recordar a cada segundo. Nada,
ahí solo estaban las mismas personas, hacían las mismas cosas y hablaban
entre susurros, roncos y normales, para no alterar la paz relativa de la
estancia.
¡Toc toc toc!
¡Sácame de aquí, idiota, sácame
de aquí!
Ahí estaba de nuevo la voz moribunda y enojada que había oído antes,
solo que ahora estaba claro que no era un producto de su imaginación, sino que
era real, estaba presente en toda la sala y al parecer solo Rodrigo podía
oírla. La voz ya no espero otro lapso de
tiempo para volver a hablar, sino que paso de leves gruñidos a murmuros
certeros y llenos de ira, implorando salir de donde estaba. “Pero de donde,
¿Donde?” Se preguntaba ansioso Rodrigo,
hundiéndose poco a poco en la silla como lo hacía en el terror. En un
intento desesperado por dejar de escuchar la voz, Rodrigo se tapó fuertemente
los odios con las manos y cerró los ojos con firmeza. Al primero momento
pareció funcionar.
¡SACAME DE AQUÍ, PEDAZO DE CARNE
INSERVIVBLE¡
¿CREES QUÉ TE PUEDES LIBRAR DE MÍ?
Esa era la voz chillante y molesta de la Tía Lola. Y aunque la sola idea
de escuchar esa voz en su cabeza era ya de por si enferma y terrorífica, Rodrigo sabía que ni muerta la Tía Lola lo iba a dejar en paz,
ya que estando dentro de un féretro cerrado y sofocante le seguía insultando y ordenando. Los golpes
ahora eran más fuertes, más violentos,
tanto que Rodrigo pensó que con un poco más de fuerza la tapa de ataúd se saldría y el cadáver putrefacto de la tía caminaría seca
y torpemente en dirección a él, con su lengua lánguida colgando de lado, la
piel gris-verdosa hinchada y lustrosa,
los ojos pequeños y vacíos mirándolo
fijamente y el cabello áspero colgándole
por todos lados. Aterrado por la idea, aun paralizado, Rodrigo se obligó a ver
el ataúd lustroso y oscuro frente a él, esperando que vibrara con cada golpe que el cadáver daba
por dentro. Y sorprendentemente no vio nada. No se movía, así como tampoco nada
notaba los horribles golpes que salían de ahí adentro.
“No estás loco, no estás loco… Ya paro…” Se dijo a si mismo, tranquilizándose,
ya que los sonidos pararon abruptamente.
Con el rostro de yeso y los labios azules, el chico miro a todos y cada
uno de los presentes, esperando que nadie notara su terror mesclado con alivio.
Nadie le prestaba atención, lo cual le clamo los nervios. Ya sin ruidos, su
mente empezó a pensar con más claridad, convenciéndose a si mismo que todo
fueron imaginaciones suyas, que nada de lo ocurrido era real y que la Tía Lola
estaba más muerta que el mismísimo Drácula.
-Vamos a darle el ultimo adiós, hijo….
Su madre apareció de la nada, llegando por su lado izquierdo, tomándolo completamente
por sorpresa. Asistiendo ausente, Rodrigo se levantó lentamente y tomo a su
madre por el brazo, como su abuelo le había enseñado. Su madre estaba triste,
pero fuerte, a pesar de la situación. Con un pequeño sollozo, empezó a hablarle
a su hijo en voz baja y clara:
-Lola era una persona muy extraña y muy demandante sobre todo. No se casó
porque no quiso… Ella te quería mucho hijo… Siempre me decía que te tendría con
ella toda la vida y más allá, así de mucho te quería… Sé que a veces era muy ruda
contigo, pero entiende que era por tu bien. Ella te amaba, a su manera, pero lo
hacía…
En circunstancias normales, Rodrigo no hubiera dicho nada, pero dada la ocasión
y los acontecimientos, el chic se armó de valor y hablo sinceramente con su
madre:
-¿Por qué decía eso?
-¿Qué cosa?
-Que me tendría con ella en el más allá.
Se pararon junto al féretro, todavía tomados del brazo, madre e
hijo apoyándose mutuamente.
-Porque te amaba hijo.
Y de repente todo se puso oscuro, negro como el ala de un cuervo. Todo
excepto el ataúd de la Tía Lola, del cual salía una luz enfermiza, de un color verde
asqueroso. Un golpe limpio se escuchó dentro del él y el sonido de cristales
rotos inundo los oídos de Rodrigo, paralizándolo de nuevo. Se oyó dentro como
una mano buscaba a tientas la orilla hasta topar con ella y después nada.
Rodrigo busco a su madre con los ojos, pero la oscuridad lo dominaba todo a su
alrededor. Al volver la vista al ataúd,
puedo ver como una mano cadavérica salía por una orilla como una serpiente sale de su escondite, se aferraba a la tapa y la abría lentamente. La
mano abrió lentamente la tapa descubriendo el asqueroso y feo cuerpo que contenía,
justo como antes el muchacho lo había imaginado. Lentamente y con esfuerzo, el
cuerpo se levantaba por pedazos, cobrando vida parte por parte. El torso era un tronco cubierto de ropa, los
brazos lánguidos trataban de cobrar vida, las manos bailaban por doquier, incapaces de
poder moverse con cordura y el cuello no sostenía la cabeza, sino que la jalaba
de un lado a otro, balanceándola peligrosamente.
-No… Yo no te amaba…- Dijo la voz que
antes pedía gritos salir, una voz de ultra tumba que parecía burlarse de
la vida, que escupía en la cordura;
lentamente la cabeza de la Tía Lola se dio vuelta, pasando por mucho los
grados que un mortal podía girar, deteniéndose cuando su barbilla pudo tocar su espalda: Su cara era
horrible, los labios abiertos, la lengua colgando, la nariz negra y los ojos -“¡Oh
Dios, no!”- los ojos inyectados en
sangre, irreconocibles, fuera de las cuencas y viscosos, que lo miraban con una
alegría macabra propia de los títeres maldecidos. La Tía Lola abrió la boca
putrefacta y de esa horrible hendidura salió la voz que lo había aterrorizado
durante toda su vida, solo que más distorsionada y obscena, más trastornada:
-Yo te odiaba más que a nada. Y te llevare conmigo pequeño bastardo.
Le faltaron ponyes!, (Es broma), esta chido.
ResponderEliminarya se que dice anonimo pero soy max, me encanto me imagine a la tia lola en sueños fue de lo mas aterrador pero casualmente no imagine a la tia lola imagine a la pequeña coni ya sabes, y los photoshops te quedaron bien chidos
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