Relatos, historias y cuentos.

jueves, 20 de septiembre de 2012

El coleccionista de Canciones

jueves, septiembre 20, 2012 Posted by Anil No comments

Hola mis seguidores fieles:


Tienen derecho a matarme y lo saben. Descuido este blog muchísimo y no tengo perdón de Dios. No tengo excusa ni pretexto para disculparme, pero si tengo un secreto que debo confesar: Hace 7 meses que me bloquee de la más terrible manera que pueda  pasarle a una persona creativa.  En este lapso de tiempo claro que escribía, pero eran relatos horribles, descuadrados, asquerosos, sin lírica y sin corazón. No me gustaría nunca entregarles basura  a las personas que confían en mí, así que  decidí no publicar nada hasta que el bloqueo se fuera. Y no fue fácil. Tarde mucho en darme cuenta que mi gasolina para hacer una literatura grotesca y un poco interesante son los libros. Libros igual de grotescos y encantadores, libros de personas que dedican si vida a lo que yo quisiera poder hacer todos los días de la mía hasta el final de mi tiempo: Escribir. Así fue como volví poco a poco, despacio, sin prisas, saboreando las letras que mentes brillantes escupieron sobre el papel. Puedo decir sin tapujos ni demoras que amo a los libros porque es en ellos en donde puedo vivir otras vidas; y también  puedo afirmar que amo escribir porque puedo crear otras vidas para ustedes, mis lectores.
Así que línchenme y pónganme en una tumba (O entiérrenme en un Cadillac) abran una mina y condénenme a vivir con Tak,  sáquenme los dientes con unas pinzas, envíen a la muere roja por mí. Manden sus fantasmas a torturarme. Pero por favor no pierdan la esperanza en mí ni en las vidas extendidas que pienso para ustedes, por ustedes.  A los que leen estas miserables líneas, gracias, por seguir conmigo y por estar pendientes, tanto los que me conocen en persona como los que de mí solo saben mi nombre.  Para mí ya son grandes personas que tengo el honor de entretener. No lo olviden porque yo no lo olvido ;).
Ahora, el siguiente cuento corto está dedicado a todos los lectores, pero en especial a la persona que tiene en sus marcadores mi blog: Persona especial,  te has ganado un espacio muy grande aquí, mi respeto y mi admiración.  Estaré ahí siempre que me necesites, solo llama.  Y como dicen en una gran película llamada “Expiación, Crimen y Pecado… When you need it “Come back… Come back to me”.

El coleccionista de Música.
-¿Estás ahí?
-¡Wow! me gusta cómo te ves hoy.
No, no estaba bella; ni siquiera arreglada. Helena estaba oculta entre la sombras,  dejando que las tinieblas escondieran su pequeño y delicado rostro; no quería demostrar lo vulnerable que estaba en ese momento,  descubierta bajo la noche, esperando  mientras las estrellas la miraban amenazantes centellando desde los rincones del cielo. Se preguntaba una y otra vez que habría pasado en el mundo cruel y loco como para terminar traficando sus pasiones en la noche.  El mundo es cruel, se decía en silencio, cruel como las personas que lo rigen. El viento parecía estar de acuerdo ya que una ráfaga de frio aire  revolvió su larga cabellera risada. Y no solo era cruel, sino que era inteligente. Habían tomado la pasión más grande de su vida y la había ensuciado con sus transacciones, su asqueroso dinero y sus frivolidades financieras.  La alejaron de su amor. La alejaron de lo que más quería.
-¿Estas bien? Te ves un poco… Mareada.
-Mike, concentrémonos en  la mercancía.
Mike era un chico alto y delgado. Cabello negro, ojos fugaces, labios delgados, nariz recta. ¿Era guapo? Si, relativamente. De hecho, de día era un tipo cualquiera con cara de gruñón y  malos modos. Helena lo había visto  varias veces pasar justo frente ella  sin dirigirle más que una mirada que nunca pudo reconocer. ¿Amistad? ¿Saludo? ¿Asco? No importaba mucho, porque ella trataba de ignorarlo todo lo posible. El mundo entero se oponía a ellos;  les limitaba, les rodeaba y los obligaba a ser cuadrados e iguales. Todos amaban las mismas cosas y todos hacían lo mismo. Aburrido y eficiente, así es como Helena lo veía todo. Sus amigos le decían “Helena el circulito”, una figura que no encajaba en la sociedad de ensueño. No le importo hasta el día en que la mandaron llamar a la dirección  general.
“Tienes que ser como los demás;  tienes que cumplir las características que exigimos. Es Por tu bien, ¿Lo oyes?” Helena y sus grandes ojos miraron la cara del pálido rector con bigote de estambre y después se desplazaron al  infinito, dejando que su mente viajara por parámetros autistas que solo ella era capaz de recorrer en ambos sentidos.  Pasados unos minutos, el rector sentenció con una voz grave y autoritaria: “Enviaremos a alguien a tu casa para recoger todo lo… Inadecuado que podamos encontrar en ella. Ya verás cómo esto facilita tu aceptación social. Serás la mejor entre ellos”.  Y aunque Helena no lo veía, podía imaginar una estúpida sonrisa curvada bajo el ridículo bigote del rector.
La habían sentenciado y no hubo vuelta tras. Cumpliendo su palabra, el rector saqueo su hogar y lo vació de toda pertenencia de personalidad u originalidad; hasta la última piedra de grafito que con tanto amor y esmero había guardado bajo la cama fue confiscada y destruida; no le quedo nada, salvo su pequeño tesoro, que siempre llevaba escondido entre las ropas. Y desde ese día, Helena “El circulito” se envolvió en sí misma para su propia protección. Pero ella sabía que no podía vivir así por mucho tiempo,  pues la existencia del ser humano no está exenta de sí misma y por ende necesita algo nuevo que le haga sentir, por las buenas o por las malas,  que es un ser vivo; así que decidió buscar por lo bajo alguien que le proporcionara ese algo que necesitaba. Sin embargo, ese algo solo podía ser encontrado en un lugar: el mercado irisado. No fue nada fácil encontrarlo, ya que muchas veces entre un contacto y otro las personas traicionaba a los negociadores seguros, sesgado las posibilidades de entrar en el mercado irisado; tan  inestable era que en 3 ocasiones estuvo a punto de ser atrapado consiguiendo contactos directos en medio de la nada y con la media noche cargada en su espalda.  La única habilidad que había salvado a Helena era su capacidad de entrar en lugares pequeños por su agraciada estatura. Escapaba por los pelos, respiraba intranquila por 3 noches y volvía a las andadas con una determinación férrea por conseguir lo que quería, que era, claro está, su pasión. Fue así como contacto con Mike, quien una tarde soleada le pasó discretamente la dirección, fecha y requisitos que debía tener para poder conseguir lo que quería. “No le digas a nadie o juro que volveré, de una forma u otra, a  vengarme de tu boca floja” susurro rápidamente antes de seguir con su paso hasta perderse en la multitud de “Cuadraditos” de la universidad. Helena estaba eufórica; al fin podría tener lo que con tanta ansia esperaba, lo que en las noches la mantenía despierta y nostálgica; se preparó para la fecha y cumplió con todos los requisitos. Hasta se concedió bailar un poco en medio de su fría y ordenada habitación. Así fue como llego hasta ahí, a la media noche en la espera de una sombra sigilosa y elegante.
- Perdona, estoy algo nerviosa- Dijo finalmente Helena en un tono más amable y cordial- ¿Qué tal la noche? ¿Estabas ocupado?
- Pues – dijo mirando a todos lados  despistadamente- quede de verme con una chava bien linda hoy en la noche para entregarle algo que solo ella se merece.
- Ah,  ok- Dijo algo confundida ella, mirando al cielo con sus enormes ojos  brillantes- ¿A qué hora te desocupas?
Helena no entendía nada, pero le siguió la corriente porque… “Porque quiero lo que él tiene” dijo su cerebro en algún lugar de su cabeza.
-Pues… No sé cuánto tiempo me quiera aguantar esta chica.
-Seguro que no te deja ir- Soltó  con una risita estúpida que reprimió casi de inmediato al ver la mirada intensa e incomprensible de Mike.
-La verdad, tengo muchas ganas de verla.
Un crujido en la oscuridad los devolvió a la realidad; estaban ahí, totalmente expuestos en las ruinas de un edificio que estaba en pésimas condiciones, con algo muy ilegal metido en sus bolsillos. Helena se puso nerviosa y su instinto le grito que se escondiera, que terminara rápido y se fuera lejos de ahí.
-Mike… ¿Lo tienes?- Pregunto en un susurro inquietante.
-Si…. Vayamos a la sala de seguridad. Suena redundante, pero ahí estamos seguros.
Caminaron a prisa y  juntos; Helena podía sentir el calor que emanaba de Mike; le brindaba una sensación cálida y segura, además de un olor peculiar a libros viejos, café  y casetes.  Al llegar a la  sala, Mike saco una cerilla y con un hábil movimiento de muñeca la encendió contra la suela de su zapato para luego sacar una vela  que prendió con el cerillo.
-Aquí lo tienes- Le dijo mientras sacaba del bolsillo de su chaqueta una memoria pequeñísima y azul- Lo que tú amas: Música nueva.
Era hermoso; no la memoria; tampoco él, sino la acción de darle la pasión que ella  tanto anhelaba: Música. Solo música. Algo que era distinto a todo lo que la rodeaba y estereotipaba, como habían decidido los de la dirección general para controla a todo el mundo, a todo el planeta, quitándoles a todos su singularidad e imponiendo su monótono ritmo abismal que no era digno de ser  siquiera murmurado por nada ni nadie. Lo que tenía en sus manos la podía hacer (Y la hizo) la chica más feliz de la tierra, una explosión de emociones que estallo en los brazos  de Mike, quien al principio se aturdió, pero después la abrazo con la misma locura  que ella. Después de un rato, Helena levanto la cabeza de entre las sombras y le dijo suavemente.
-Tengo… Entre mi chamarra está el pago por tu música. Cuídalo mucho… es mi….
-Vida…- Completo el con un suspiro mientras la estrechaba contra él- No… cuídalo tú, Helena. Te he visto desde hace mucho tiempo. Eres diferente, única y especial. Sabes escuchar, no solo personas, sino todo tipo de cosas, y eres muy graciosa. – un silencio reino en la sala, mientras las ventanas soltaban pequeños destellos de luz-  Te he visto desde que cruzaste la puerta de un salón e iluminaste todo, circulito. Y si no te había hablado era porque no quería arriesgarte… Soy un chico de cuidado, ¿Sabes? Y yo….yo….
-Nos guiaste a esto y ahora vas a irte lejos, muy lejos- Dijo una voz que salió de entre las sombras Llévenselos, señores-  Ordeno el rector con su bigote esponjado y su sonrisa  soberbia.
De la nada salieron guardias que los tomaron por la fuerza y los separaron; 3 para Mike, uno para Helena, por ser pequeña.  El chico lucho como fiera, pero los 3 hombres lograron someterlo al cabo de unos momentos, sacándolo por la puerta. Helena estaba en shock: veía como los hombres golpeaban a Mike cruelmente. No podía mover un solo musculo y sus ojos no se despegaban del rostro de Mike. Solo cuando lo estamparon contra el cristal pudo despertar del hechizo y empezó a forcejear.  Logro zafarse y correr al cristal el tiempo suficiente para  ver los ojos inescrutables de Mike, pero lo que vio en ellos ya no era tan indescifrable: Era amor, ya sea por la vida, por la música o por ella, no importaba, pero en ellos había amor.  Y sin pensarlo, Helena saco su tesoro de entre su ropa para entregárselo, simbólicamente, a él: un reproductor de música de 2 gigas de memoria, donde tenía todas las canciones que amaba con locura y pasión… Tanto como, se dio cuenta en ese momento, amaba a Mike.
Sin pensarlo, puso sus manos en el cristal, la derecha con la memoria azul que  él le había dado, la izquierda con el reproductor de música, y sin pensarlo cerró los ojos y beso a Mike con el cristal interponiéndose entre ellos, sintiendo el frio del vidrio trastornado con el calor de ambos.
Todo fue oscuridad y borrones a partir de ahí; Mike desapareció al mismo tiempo que el dolor aparecía. Gritos, órdenes, palabras, sollozos. Un mosntruo le quitó de las manos sus tesoros, pero no importaba. Ya no importaba nada. En medio de la confusión alguien le tomo la mano y no se la soltó, a pesar del caos que reinaba el lugar. Todo se iba oscureciendo y lo último que vio Helena fue una sonrisa hermosa en los labios de Mike, que se arrastró por el suelo hasta llegar a ella, porque lejos de ella, no había nada más.


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