Relatos, historias y cuentos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Amanda

jueves, diciembre 08, 2011 Posted by Anil 7 comments
¡Hola chicos!
Espero anden bien y ..... No, la verdad ya sé que muchos de ustedes tienen exámenes y les es imposible estar del todo bien. Animo, ya casi terminamos y tal vez muchos de nosotros por fin podamos cumplir el sueño de todo estudiante: Dormir 2 días seguidos.  O al menos, dormir decentemente ja ja ja. En fin, les deseo suerte en todos sus exámenes, y a los que ya son libres que aprovechen bien sus vacaciones, =D!

 Esta entrada es mas bien una escena de amor, inspirada por bellas canciones que alguien me mostró hace poco; es la primera vez en el blog que se escribe de amor tal cual es, así que si sale mal no se decepcionen, que volveré a lo de antes en cuento pueda! Al principio quería hacer algo triste, pero es muy difícil lograr adentrar  al lector en una trama tan pequeña  y pedirle que pueda sentirla tal cual es; creo que solo los autores muy experimentados pueden hacer esta magia, y yo aun ando en practicas (XP) En fin, espero que se quieran empalagar un poco y que disfruten este pequeño (Y tal vez único) Relato de Amor. Cuidence mucho del frió, coman mandarinas y portence mal en las posadas!!!

Amanda

Estar solo en mundo y no tener a nadie más. Estar solo en tu habitación y tener a todo el mundo. De repente  internet fue bueno. Sí que lo fue. Un día, una noche, unos pocos minutos o hasta un poco de música y te das cuenta de lo pequeño que es el mundo y lo insignificante que eres. No hace falta nada más que tiempo para poder notarlo. Con un poco de impulso,  con las notas necesarias y un poco de soledad, al  fin puedo relatarles esta triste historia.

Una tarde de  junio, mientras los rosales de la casa soltaban su delicado perfume por todo el jardín, decidimos salir a tomar el fresco y a reír de los chistes y relatos que solíamos contar las tardes bellas como esas. Llamémosla Amanda. La pequeña Amanda. Éramos hermanos, no de sangre, sino de alma. Nos conocimos desde pequeños. Y lo acepto, la amaba con una tierna locura desde el momento en que vi sus ojos castaños avellanados,  su piel blanca y hermosa y su cabello café achocolatado. Siempre fue una niña traviesa y llena de sorpresas: hacíamos  las fechorías más infantiles con el único afán de reír. Recuerdo  aquel día en que pintamos sobre un lienzo blanco  como la nieve, con ayuda de su hermana mayor, claro está. Como todas las niñas de 5 años, Amanda quería ser una princesa que esperaba a su príncipe azul  todas las  noches mientras peinaba su larga cabellera. Yo quería ser  superman. Terminamos hechos un desastre, con el cabello lleno de pintura y la ropa manchada de tierra y agua de colores. Su madre nos regañó, como lo habría hecho toda madre del planeta tierra, pero después de limpiarnos nos dio galletas de chocolate y nos mandó a tomar la siesta. Recuerdo que sonreía al tiempo que nos daba pequeñas palmadas en la espalda para apurarnos a subir a la cama.

También recuerdo que ella era una parlanchina de primera: No podía dejar de hablar, de preguntar, de buscar.  Si llegaba a un sitio nuevo, en seguida escudriñaba conversación con la primera persona que se encontrara, poco importaba que fuera un anciano, un joven de la tienda o un niño de su edad, siempre buscaba la forma de hablar con alguien y sacarle una sonrisa. Mi madre adoraba  se conversación interminable: “¿Qué está haciendo? Se ve bastante interesante… ¿Cómo se llaman esos? Mi madre dice que si hacemos tal y tal cosa nos saldrán bichos en las manos…” Y así por horas. Yo solo escuchaba su voz por horas y horas sonando como un disco adorablemente chillón que se repetía una y otro y otra vez.  Tanto así que me pegó su tremenda curiosidad por saber todo lo que se podía saber en esta vida y en otras 4.
En fin, ese día mientras caminábamos  entre broma y broma por el jardín aquella tarde de junio, no podía parar de ver cuánto habíamos crecido ambos y cuánto habíamos dejado atrás. Ya éramos un par de adolecentes cuyas hormonas podían alborotarse en cualquier momento, bajo cuyos rostros asomaban ya las sombras de futuros adultos,  cuyos pensamientos perseguían el ideal del amor pasional.

-Deberíamos pensar en los exámenes que vienen pronto, Alexander. No quiero que me tomen de sorpresa como todos los años. Esta vez quiero estudiar como Díos manda, y no como siempre: al último momento  y porque tú me lo recordaste.

-Siempre sacas arriba de 90- Le recordé mientras me tiraba de espaldas en el pasto y  cerraba los ojos, pendiente de lo que ella hacía- No deberías preocuparte por eso, eres un cerebro.
Giró para verme con esos ojos hermosos de una manera intensa,  y, aunque podía derretirme con esa mirada,   fingí que no pasaba nada y me reí, más por los nervios que por mi broma.  Me dedico una sonrisa deslumbrante, de esas que solo ella podía sacar, y se sentó a mi lado al tiempo que decía:

-Si yo soy un cerebro, tu eres 3.  La verdad es que la escuela está muy bien, pero me gustaría tener un reto más que solo el estudio.

-¿Acaso no es suficiente las clases de baile, de violín y los libros con los que te retas a diario?-Exclame fingiendo sorpresa, aunque sabía cuál era la respuesta.

-Quiero algo más que eso.

Una ráfaga de viento me trajo el dulce aroma que despredía su cabellera larga y ondulada, que había dejado suelta, tan larga  que le llegaba a la cintura. Como hechizado, me senté a su lado al mismo tiempo que los rayos del sol hacían que sus ojos se vieran más claros, mas cristalinos, más  puros.

-¿Qué es lo que quieres?

-Solo sé que  quiero más que esto.

¿Era acaso una señal de ella? En ese momento no supe que era lo que quería decir, fue después, cuando con más calma analizaba y recordaba, tortuosamente, todas y cada una de las palabras, gestos y sonrisas que ella  me había dirigido. Junté mi hombro con el suyo y le sonreí  al acariciar su cabello, esperando que tuviera alguna reacción, positiva o negativa, para decidir si confesarle mi amor o respetar nuestra amistad.

-Quiero más que solo esto- Repitió con un susurro mientras permanecía inmóvil y cerraba los ojos, relajando cada uno de sus músculos para quedar como una estatua de marfil. Estaba en el precipicio,  balanceándome entre la caída y la estabilidad, esperando que me diera un solo soplo de su aliento para decidir. Pero ella no me daría nada, ya que ella era siempre ,  juguetona y traviesa. Solté un suspiro que la hizo reír, ni siquiera sabía que estaba conteniendo el aliento todo este tiempo. Nos reímos juntos  para liberar tensión, aunque ella seguía fresca como una lechuga.
-Tal vez debas jugar ajedrez. Seguro que es eso lo que estás buscando, más tiempo que perder en tonterías.- Le solté socarronamente

De repente se inclinó hacia adelante, ocultando el rostro entre su cabello y abrazando sus rodillas.

-Eres cruel.- Su voz era suave y baja, con una nota de tristeza que nunca antes la había oído. Me quede helado ante su reacción. Sentí que le había hecho daño, pero no sabía por qué. O al menos, no lo sabía en ese momento. Me acerque para rodearla con mi brazo, dejando que su cabeza se recostara en mi pecho, provocando una sensación placentera y, a la vez, culpable.

-¿Por qué soy cruel?
-Sabes a qué me refiero.
-No, dímelo. No sé a qué te refieres cuando me dices cruel.
-Sabes a qué me refiero cuando digo que quiero más que esto.- Me tomó la mano con delicadeza y la sostuvo entre las suyas, que era un poco más pequeñas que las mías- Sabes a qué me refiero, pero finges locura y demencia porque solo me vez como a una amiga o como a una hermana- Se acercó  mi mano a la mejilla y la coloco suavemente bajo su mentón-  Sabes que desde hace tiempo te veo de forma distinta a la que te vi siempre, que  a veces debo frenar a mis manos para que no se aferren a ti, que debo morder mis labios para no delatarme, que debo cerrar mis ojos para no hipnotizarme contigo. Lo sabes y aun así me sigues tratando como siempre, dejando que sufra, pero dándome más y más de ti para poder sobrevivir…
-Basta…- Le dije,  completamente asombrado que ella me quisiera en esa manera, que ella sintiera lo mismo que yo y que pensara que no la correspondía por que no sentía misma la atracción  hacia ella.
-No- Continuó con un susurro decadente- Debes saberlo, ya no puedo callarlo más. Te quiero desde siempre y aunque esto pueda perjudicarnos, quiero que estés enterado que respeto tus sentimientos y quiero….
-Te quiero Amanda.

-Ya lo sé…. Sé que me quieres y no me harías daño nunca, pero yo te veo como de una forma diferente- Levantó la mirada cargada de una firmeza de hierro y un sufrimiento infinito que me daño también a mí. ¿Cómo podía yo dañarla a ella sin saberlo? Una lágrima ardiente salió de sus ojos, hiriéndome hasta la locura- No es mi intención asustarte ni alejarte, pero si lo haces lo entenderé, te lo prometo. Entenderé si ya no quieres que nos veamos…

-Te quiero Amanda- Loco de tortura y sufrimiento al ver la tristeza que le había causado,  acerque mi frente a la suya y la apoye, sintiendo el tacto de marfil de su tibia tez- Te quiero como siempre y eso no va a cambiar- Jadeante, ella quiso retirarse de mi tacto, pero con firmeza la retuve cerca de mí, sufriendo mientras ella sufría- Nunca voy a dejar de quererte, Pero hace tiempo que te veo como algo más que una amiga. Si no te había dicho nada, era porque no quería perder nuestra amistad.

Se quedó quieta, yo no sabía lo que pasaba por su cabeza  ni quería saberlo, yo solo deseaba poder calmar su dolor, poder darle paz y tranquilidad, poder tranquilizarla y verla sonreír. Nos quedamos largo tiempo en silencio, hasta que solo nuestra respiración se oía entre nosotros, desosegada, tranquila y serena.

-Soñé con el cielo. Soñé con el cielo azul y manchado de nueves esponjadas y blancas. Soñé que estaba en ellas y que descansaba sin cesar, saltando de una en una buscando en la tierra por alguien a quien extrañaba todo el tiempo. Eras tú. No paraba hasta que te  encontraba. Y sabía que eras tú. Y me quedaba contigo, esperándote hasta que subieras conmigo.
Le tome el rostro con ambas manos y acerque nuestros labios hasta que se rosaron mientras cerraba los ojos.
-Te quiero, Amanda.- Le dije tiernamente y la besé despacio y con ternura.

Nuestro amor duro muy poco, tan poco para mí que no puedo pensar en ello sin echarme a llorar. Nunca nos dejamos de querer, nunca podría dejar de amar al amor de mi vida, nunca… Pero no puedo dejar de pensar en lo poco que estuvimos juntos hasta que ella se fue de mi. No me pregunten porque; no me cuestionen y me ordenen buscarla hasta el fin del mundo y  declararle mi amor una y otra vez hasta que ella vuelva, porque  Amanda no puede volver, por más que yo lo deseé. Ella soñó con el cielo azul, soñó con las nubes y conmigo. Ella soñó que me buscaba y que me esperaba hasta que yo subiera con ella. Solo espero que me encuentre para poder subir con ella. Solo espero que me encuentres, Amanda, para poder subir contigo.


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